Antes de Presunto Culpable
A algunos les sorprenderá que ponga el año 2008 para referirme a esta película, pero es exactamente el año en que inició toda esta aventura. La película empezó en ese año a circular en festivales y exhibiciones privadas, por lo cual, se tomó como fecha de estreno. Hay que decir que su presentación se dio en círculos cerrados y, hasta podría decir, lúgubres. Sólo unos cuantos vieron la primera versión de Presunto Culpable que, en general, eran los videos que habían tomado Roberto Hernández y Layda Negrete del caso en cuestión. Esa primera edición llamó la atención del ambiente cinematográfico; en particular del crítico Leonardo García Tsao que en una entrevista, para el Canal 22, mencionó el trabajo de estos abogados. Justo fue en esa entrevista cuando me enteré de ese trabajo y decidí esperar paciente su estreno en la cartelera mexicana.
Pasaron varios meses y el proyecto de Presunto Culpable no vislumbraba en los estrenos de cine mexicano en 2009. Otra vez García Tsao habló del documental en su participación en La Jornada cubriendo el 34 Festival de Toronto [http://www.jornada.unam.mx/2009/09/13/index.php?section=opinion&article=a08a1esp]. En esa crítica ya se hablaba de la participación de Geoffrey Smith que, según menciona Tsao, “dio una estructura al material grabado”. Poco, o nada, se conocía el trabajo de Geoffrey Smith como documentalista; por ejemplo, investigando, se puede encontrar un documental que filmó en 2007 que se llama The english surgeon [El cirujano inglés] y que en México sólo se estrenó en el festival Ambulante.
Difícil hacer la comparación entre la primera edición –que hicieron los abogados– y la que se hizo con la ayuda de Geoffrey Smith. Los que si vieron las dos ediciones dicen que el documentalista australiano ayudó de forma definitiva a que los videos que surgieron como prueba de un juicio se convirtieran en un documental. El resultado de ese trabajo lo analizaré más adelante.
Después del Festival de Toronto, Presunto culpable se exhibió en el Festival de Morelia. Justo en ese momento la película logró una divulgación más fuerte en el ámbito de la crítica cinematográfica y en círculos afines. Empezaron a surgir críticas sobre la película que hablaban de un filme que “te deja sin palabras” ó “un resurgimiento del cine de denuncia”. Tanto se habló del mentado documental que, conforme avanzaba el tiempo, más y más cinéfilos queríamos verlo.
Terminó el año 2009 y no pasó nada. El estreno seguía sin verse en el horizonte de la cartelera comercial. Había que estar atentos porque al ser documental, y mexicano, se le darían una o dos salas; aparte que duraría cinco minutos en los cines. Prácticamente, durante muchos meses, no hubo noticias ni información de cuándo se exhibiría este documental que ya era famoso entre algunos.
Un episodio que no me queda muy claro, por no contar con suficiente información, fue el momento en que Alejandro Ramírez Magaña (Director General de Cinépolis) se unió a Presunto Culpable como productor. Puedo especular que la presentación del documental de Roberto Hernández y Layda Negrete en el Festival de Morelia (creado y financiado por Cinépolis) fue el detonante para que un ejecutivo de Organización Ramírez se sumara como productor. No sólo eso, con el tiempo, Cinépolis fue el distribuidor de Presunto Culpable.
En medio de la celebración del “Bicentenario”, y con el apoyo brindado por Cinépolis a ciertas películas, se incluía el tráiler o avance de la película Presunto Culpable. Un avance de un filme mexicano antes de otro sucede muchas veces, pues, es la única ocasión que permiten los asquerosos exhibidores para que se promueva una producción nacional. Lo raro, y que me desconcertó, fue que el tráiler pasara antes de los comerciales y en una película gringa; nunca sucede de esa manera: primero son los comerciales y luego los avances. Mi interés se incrementó cuando me di cuenta que no importará que película entraras a ver a Cinépolis, siempre te pasaban el avance de Presunto Culpable.
Al indagar me enteré de todo lo que ya he dicho: 1) el presidente de Cinépolis aparecía en los créditos como productor, 2) Cinépolis sería el distribuidor del documental y 3) se estaba preparando una gran campaña publicitaria para la película (bueno esto último no lo había dicho). La campaña que empezó a finales del 2010 fue abrumadora: funciones de prensa al por mayor, preestrenos, invitaciones para políticos, entes de la farándula y periodistas.
En enero de 2011, poco a poco, la película fue cubriendo espacios en medios de comunicación. El apoyo de Cinépolis al filme se enfocó, como mencioné, en colocar un avance en todas las películas que estaban en cartelera, posters en todos sus complejos y folletos en la taquilla cuando comprabas un boleto para cualquier función. Entendí que era parte de una campaña publicitaria, empero, cuando aparecieron notas sobre la película en los espacios de Televisa fue cuando me preocupé.
Mi preocupación no era gratuita, pues, Televisa sólo se une a campañas o ideas que pueden beneficiarle. Mi desesperación por ver la película se incremento al infinito; necesitaba ver que tenía esa película que podía aglomerar a tantos medios y dar una sentencia que se repetía una y otra vez: “la película que todo México tiene que ver”.
Presunto Culpable
El documental de Layda Negrete y Roberto Hernández llegó a las salas mexicanas el 18 de Febrero de 2011. Para mi sorpresa no ocurrió lo que vaticiné a finales del 2009, es decir, que la película estaría en una o dos salas; al contrario, Cinépolis la exhibió, en su semana de estreno, en dos salas por cada complejo. Esto último nunca se había visto, ya no digamos en un documental, sino, en una película de producción mexicana. Hasta Cinemex, de Grupo México, y Cinemark le dieron una sala completa (entiéndase con todos los horarios disponibles) al documental del momento.
Desde el 2008 esperé el estreno y sin demora el primer viernes de exhibición (e incluso en la primera función del día) la fui a ver. Tanta información sobre una película a veces te predispone sobre lo que vas a observar. Por ejemplo, imaginé que encontraría una postura política ó un ataque mediático a algún político o idea. Pero no. El documental, desde que inicia hasta que termina, es una presentación y descripción de un caso que indigna a la sociedad por mostrar lo peor del sistema judicial de este país, pero, voy por partes.
Los abogados Roberto Hernández y Layda Negrete fueron contactados por la esposa de Antonio Zúñiga Rodríguez (“Toño”), quien había sido sentenciado por un delito que aseguraba no cometió. Para ambos abogados no era la primera vez que, mediante el discurso cinematográfico, abordaban el sistema judicial mexicano. El Túnel (2006) fue el primer trabajo en donde Roberto y Layda presentaron una crítica al sistema de justicia y, en particular, una defensa sobre los juicios orales utilizando el ejemplo chileno. El nombre del cortometraje venía del túnel que tienen que recorrer los presos para pasar del Reclusorio al Ministerio Público. Se podría decir que ese trabajo fue el antecedente de lo que después sería Presunto Culpable.
Al aceptar el caso de “Toño”, se decidió grabar todo lo que ocurriera en el caso. Incluso, en una medida audaz, se buscó introducir cámaras tanto en el Ministerio Publico como en el Reclusorio. El permiso fue dado y las cámaras comenzaron a seguir a “Toño” en su vida carcelaria y a registrar todo lo ocurrido en el proceso. Ese material, junto con la experiencia de El Túnel, sirvió para la primera versión de Presunto Culpable.
La versión que se vio en los cines distaba mucho de ser una simple recopilación del material que juntaron los abogados para ayudar a un presunto culpable. El trabajo del documentalista Geoffrey Smith se nota inmediatamente. No sólo se busca presentar los videos, sino, se construyó un discurso cinematográfico con ese material. Me explico. La edición recuerda mucho a cierto estilo estadounidense para hacer documentales, es decir, las escenas grabadas están acompañadas de una “voz en off”, intercalan estadísticas e información para reforzar lo dicho y, también, hay una banda sonora que se mezcla en las imágenes. En pocas palabras, el documental está bien armado y, más allá del tema, tiene un guión que narra una historia de forma correcta, pues, los personajes, como han dicho otros críticos, parecen sacados de la ficción.
Por otro lado, un aspecto terrorífico que no se ha mencionado en ninguna crítica (que haya leído) es que todos los participantes tienen una cámara sobre ellos; o sea, se les olvida, tanto a espectadores como a críticos, que estamos observando un ambiente condicionado por una cámara. Ya no es, como algunos se han atrevido a decir, “la realidad”; y no puede ser “realidad” porque toda persona que se encuentre en medio de una filmación modifica su comportamiento. Se preguntarán: ¿qué es lo terrorífico? Pues que, a pesar de estar presente una cámara, la situación filmada se efectúa como si no la hubiera, es decir, el juez, la fiscal y los testigos son mostrados a detalle y se resalta, entre otras cosas, la podredumbre que acompaña los procesos judiciales. No podía creer que estos señores (me refiero al juez, a la fiscal y a los testigos del caso), aun siendo filmados, se comportaran cínicos, altaneros, pretenciosos y pedantes; uno se imagina cómo se comportarán sin filmación de por medio, ahí está el verdadero terror.
En este sentido, un defensor de estos parásitos gubernamentales podría decir que ellos no sabían que el material recabado iba a ser expuesto como una película, pueden tener razón. Esto último lo digo (no sólo por lo que sucedió después de la exhibición del documental, sino) porque los otros (léase: “Toño” y los abogados de éste) saben perfectamente que lo filmado será parte de un proyecto para un documental. Qué quiero decir con esto, pues, que las dudas sobre el asesinato ó el pasado de “Toño” fueron presentados sin mucho detalle. Es decir, conforme avanza el filme uno se percata que se está construyendo una idea de héroe alrededor de “Toño”, ya que, insisto, se busca un personaje sin contradicciones morales (que lógicamente sólo existe en la ficción).
En general, todo el discurso cinematográfico es avasallado por la corrupción, la injusticia y el nefasto proceder de los servidores públicos; y no sólo eso, el documental cuestiona y propone un debate sobre el sistema judicial de este país. Cuesta mucho trabajo detenerse en el trabajo del director (o en este caso de los directores) ante las injusticias que muestra este documental. No tengo duda que una parte del éxito residió en la elección de escenas, la fotografía, la edición, el montaje, etc., pero, lo que convirtió a este documental en el más visto, en la historia del cine mexicano, fue la “realidad” que, sin querer, mostró de la impartición de justicia en México. El abogado penalista de “Toño” lo dice: “la cárcel está llena de jodidos”.
Después de Presunto Culpable
Al salir de la sala, donde vi Presunto Culpable, me vinieron inmediatamente a la mente dos documentales: Mi vida dentro (2007) de Lucía Gajá y Food, Inc. [Comida S.A.] (2008) de Robert Kenner. El primero trata de un tema similar a Presunto Culpable, es decir, hay un acusado y una sentencia dudosa. La reclusa, al igual que “Toño”, busca un nuevo juicio para que su sentencia se reduzca o salga en libertad. El problema es que esto sucede en Estados Unidos y la involucrada es inmigrante. Lucía Gajá busca dar un equilibrio entre el contexto de racismo, discriminación y prejuicios que existen contra los migrantes y la vida de Rosa Jiménez. No estaría mal revisar tanto el trabajo de Roberto Hernández como el de Lucía Gajá para darse cuenta de que la justicia sólo se aplica para aquellos que no tienen los recursos económicos para defenderse.
El segundo documental (Food Inc.), aunque trata un tema distinto a Presunto Culpable, lo recordé por una cuestión sencilla: los permisos para aparecer en un documental. Así es –en Estados Unidos esto se sabe a la perfección– si haces un documental debes tener el permiso de usar la imagen de los entrevistados, de las imágenes, de las instituciones y hasta de los perros. No puedes exhibir el documental si no tienes todo esto en regla, pues, en dos segundos, llegan de demandas. Food Inc. aborda el asunto de la sobreproducción de comida, así como las compañías involucradas en este negocio como Nestlé, por ejemplo. Al investigar a compañías tan poderosas (sobre todo en el congreso de EUA), los realizadores de este documental sufrieron porque nadie podía hablar de éstas, no digamos una denuncia, sino, un simple comentario. Los rastros ó los lugares insalubres donde tienen gallinas y vacas no podían ser filmados y sortearon muchas restricciones al hacerlo. Lo importante –con relación a Presunto Culpable– es que los entrevistados pedían directamente que no sacaran su rostro por temor a represalias, incluso, en varios casos, primero daban su permiso para la entrevista y posteriormente recibían una llamada (o ellos la hacían) para después retractarse.
Nada de esto pensaron los directores y productores de Presunto Culpable. El permiso que recibieron para filmar el proceso de “Toño” se enfocaba al juicio y a los careos. Nunca se dijo que se haría un documental con el material recabado y que buscarían distribuir y exhibir su película en el círculo comercial. De los personajes que aparecen, en dicho filme, se podrá decir lo que se quiera y se les podrá hacer escarnio mediático, sin embargo, nunca se les informo a donde iría a parar su imagen. Es decir, una cosa es que filmes un juicio y luego utilices ese material como prueba a tu favor y otra cosa es que cobres 60 pesos por ver ese material. Son dos cosas distintas. No sé si los involucrados en Presunto Culpable son muy “vivos” o muy imbéciles, lo que si me queda claro es que la ley mexicana no contempla estos casos en donde se debe requerir tu permiso para aparecer en una película; esto pasa en EUA y los dejan en calzones.
Poco o nada se logró con el documental Presunto Culpable en la realidad nacional. La denuncia era clara y sólo algunos políticos refrendaron su apoyo a que se filmaran todos los juicios –que está por verse ahora que pasó el vendaval mediático–. La cuestión de la presunta culpabilidad y un posible cambio hacia una presunta inocencia quedó en el olvido. Así es, cuando el tema interesó a los medios de comunicación todos plantearon propuestas y cuestionaron a la Suprema Corte; también, abordaron en sus espacios debates sobre el sistema judicial mexicano; hoy, pasó la película y pasaron todas esas iniciativas. Esta actitud se debe a que "adentro" de la película se buscó no hablar de un partido o un personaje político en particular (por ejemplo, la película le gustó tanto a López Obrador como a Margarita Zavala); el problema es que "afuera" de la película no se puede mantener esta actitud, hay partidos y personajes con nombre y apellido que podrían encargase de modificar algo en la constitución, pero, justo ahí fue cuando se le dio la vuelta a la página de Presunto Culpable.
La supuesta censura, ya para terminar, dependía desde donde la vieras. Yo le dije a mi hermana: “Presunto culpable generará mil demandas por todos los que ahí aparecen, pues, nadie firmaría o daría permiso, en su sano juicio, para que su imagen apareciera de esa manera”. No todos los ofendidos se animaron, sólo uno (tal vez asesorado) se atrevió a exigir el dinero que le correspondía por la exhibición de este documental. De mi parte, tiene razón; debieron pedirle permiso aunque fuera el peor ser humano sobre la Tierra.
Me gustaría finalizar pensando que a partir de Presunto Culpable el documental mexicano será un género que interesé al gran público que asiste al cine, pero no. Ya se estrenaron como cinco documentales, después de éste, y a nadie le importó, únicamente a los mismos de siempre. Lograr lo que hizo el filme de Roberto Hernández requeriría que Cinépolis lo distribuyera, lo produjera y que alejaras de tu guión cualquier crítica política y económica que incomodara a ciertos grupos; entonces sí, el fenómeno se repetiría, aunque, no soy optimista.
A algunos les sorprenderá que ponga el año 2008 para referirme a esta película, pero es exactamente el año en que inició toda esta aventura. La película empezó en ese año a circular en festivales y exhibiciones privadas, por lo cual, se tomó como fecha de estreno. Hay que decir que su presentación se dio en círculos cerrados y, hasta podría decir, lúgubres. Sólo unos cuantos vieron la primera versión de Presunto Culpable que, en general, eran los videos que habían tomado Roberto Hernández y Layda Negrete del caso en cuestión. Esa primera edición llamó la atención del ambiente cinematográfico; en particular del crítico Leonardo García Tsao que en una entrevista, para el Canal 22, mencionó el trabajo de estos abogados. Justo fue en esa entrevista cuando me enteré de ese trabajo y decidí esperar paciente su estreno en la cartelera mexicana.
Pasaron varios meses y el proyecto de Presunto Culpable no vislumbraba en los estrenos de cine mexicano en 2009. Otra vez García Tsao habló del documental en su participación en La Jornada cubriendo el 34 Festival de Toronto [http://www.jornada.unam.mx/2009/09/13/index.php?section=opinion&article=a08a1esp]. En esa crítica ya se hablaba de la participación de Geoffrey Smith que, según menciona Tsao, “dio una estructura al material grabado”. Poco, o nada, se conocía el trabajo de Geoffrey Smith como documentalista; por ejemplo, investigando, se puede encontrar un documental que filmó en 2007 que se llama The english surgeon [El cirujano inglés] y que en México sólo se estrenó en el festival Ambulante.
Difícil hacer la comparación entre la primera edición –que hicieron los abogados– y la que se hizo con la ayuda de Geoffrey Smith. Los que si vieron las dos ediciones dicen que el documentalista australiano ayudó de forma definitiva a que los videos que surgieron como prueba de un juicio se convirtieran en un documental. El resultado de ese trabajo lo analizaré más adelante.
Después del Festival de Toronto, Presunto culpable se exhibió en el Festival de Morelia. Justo en ese momento la película logró una divulgación más fuerte en el ámbito de la crítica cinematográfica y en círculos afines. Empezaron a surgir críticas sobre la película que hablaban de un filme que “te deja sin palabras” ó “un resurgimiento del cine de denuncia”. Tanto se habló del mentado documental que, conforme avanzaba el tiempo, más y más cinéfilos queríamos verlo.
Terminó el año 2009 y no pasó nada. El estreno seguía sin verse en el horizonte de la cartelera comercial. Había que estar atentos porque al ser documental, y mexicano, se le darían una o dos salas; aparte que duraría cinco minutos en los cines. Prácticamente, durante muchos meses, no hubo noticias ni información de cuándo se exhibiría este documental que ya era famoso entre algunos.
Un episodio que no me queda muy claro, por no contar con suficiente información, fue el momento en que Alejandro Ramírez Magaña (Director General de Cinépolis) se unió a Presunto Culpable como productor. Puedo especular que la presentación del documental de Roberto Hernández y Layda Negrete en el Festival de Morelia (creado y financiado por Cinépolis) fue el detonante para que un ejecutivo de Organización Ramírez se sumara como productor. No sólo eso, con el tiempo, Cinépolis fue el distribuidor de Presunto Culpable.
En medio de la celebración del “Bicentenario”, y con el apoyo brindado por Cinépolis a ciertas películas, se incluía el tráiler o avance de la película Presunto Culpable. Un avance de un filme mexicano antes de otro sucede muchas veces, pues, es la única ocasión que permiten los asquerosos exhibidores para que se promueva una producción nacional. Lo raro, y que me desconcertó, fue que el tráiler pasara antes de los comerciales y en una película gringa; nunca sucede de esa manera: primero son los comerciales y luego los avances. Mi interés se incrementó cuando me di cuenta que no importará que película entraras a ver a Cinépolis, siempre te pasaban el avance de Presunto Culpable.
Al indagar me enteré de todo lo que ya he dicho: 1) el presidente de Cinépolis aparecía en los créditos como productor, 2) Cinépolis sería el distribuidor del documental y 3) se estaba preparando una gran campaña publicitaria para la película (bueno esto último no lo había dicho). La campaña que empezó a finales del 2010 fue abrumadora: funciones de prensa al por mayor, preestrenos, invitaciones para políticos, entes de la farándula y periodistas.
En enero de 2011, poco a poco, la película fue cubriendo espacios en medios de comunicación. El apoyo de Cinépolis al filme se enfocó, como mencioné, en colocar un avance en todas las películas que estaban en cartelera, posters en todos sus complejos y folletos en la taquilla cuando comprabas un boleto para cualquier función. Entendí que era parte de una campaña publicitaria, empero, cuando aparecieron notas sobre la película en los espacios de Televisa fue cuando me preocupé.
Mi preocupación no era gratuita, pues, Televisa sólo se une a campañas o ideas que pueden beneficiarle. Mi desesperación por ver la película se incremento al infinito; necesitaba ver que tenía esa película que podía aglomerar a tantos medios y dar una sentencia que se repetía una y otra vez: “la película que todo México tiene que ver”.
Presunto Culpable
El documental de Layda Negrete y Roberto Hernández llegó a las salas mexicanas el 18 de Febrero de 2011. Para mi sorpresa no ocurrió lo que vaticiné a finales del 2009, es decir, que la película estaría en una o dos salas; al contrario, Cinépolis la exhibió, en su semana de estreno, en dos salas por cada complejo. Esto último nunca se había visto, ya no digamos en un documental, sino, en una película de producción mexicana. Hasta Cinemex, de Grupo México, y Cinemark le dieron una sala completa (entiéndase con todos los horarios disponibles) al documental del momento.
Desde el 2008 esperé el estreno y sin demora el primer viernes de exhibición (e incluso en la primera función del día) la fui a ver. Tanta información sobre una película a veces te predispone sobre lo que vas a observar. Por ejemplo, imaginé que encontraría una postura política ó un ataque mediático a algún político o idea. Pero no. El documental, desde que inicia hasta que termina, es una presentación y descripción de un caso que indigna a la sociedad por mostrar lo peor del sistema judicial de este país, pero, voy por partes.
Los abogados Roberto Hernández y Layda Negrete fueron contactados por la esposa de Antonio Zúñiga Rodríguez (“Toño”), quien había sido sentenciado por un delito que aseguraba no cometió. Para ambos abogados no era la primera vez que, mediante el discurso cinematográfico, abordaban el sistema judicial mexicano. El Túnel (2006) fue el primer trabajo en donde Roberto y Layda presentaron una crítica al sistema de justicia y, en particular, una defensa sobre los juicios orales utilizando el ejemplo chileno. El nombre del cortometraje venía del túnel que tienen que recorrer los presos para pasar del Reclusorio al Ministerio Público. Se podría decir que ese trabajo fue el antecedente de lo que después sería Presunto Culpable.
Al aceptar el caso de “Toño”, se decidió grabar todo lo que ocurriera en el caso. Incluso, en una medida audaz, se buscó introducir cámaras tanto en el Ministerio Publico como en el Reclusorio. El permiso fue dado y las cámaras comenzaron a seguir a “Toño” en su vida carcelaria y a registrar todo lo ocurrido en el proceso. Ese material, junto con la experiencia de El Túnel, sirvió para la primera versión de Presunto Culpable.
La versión que se vio en los cines distaba mucho de ser una simple recopilación del material que juntaron los abogados para ayudar a un presunto culpable. El trabajo del documentalista Geoffrey Smith se nota inmediatamente. No sólo se busca presentar los videos, sino, se construyó un discurso cinematográfico con ese material. Me explico. La edición recuerda mucho a cierto estilo estadounidense para hacer documentales, es decir, las escenas grabadas están acompañadas de una “voz en off”, intercalan estadísticas e información para reforzar lo dicho y, también, hay una banda sonora que se mezcla en las imágenes. En pocas palabras, el documental está bien armado y, más allá del tema, tiene un guión que narra una historia de forma correcta, pues, los personajes, como han dicho otros críticos, parecen sacados de la ficción.
Por otro lado, un aspecto terrorífico que no se ha mencionado en ninguna crítica (que haya leído) es que todos los participantes tienen una cámara sobre ellos; o sea, se les olvida, tanto a espectadores como a críticos, que estamos observando un ambiente condicionado por una cámara. Ya no es, como algunos se han atrevido a decir, “la realidad”; y no puede ser “realidad” porque toda persona que se encuentre en medio de una filmación modifica su comportamiento. Se preguntarán: ¿qué es lo terrorífico? Pues que, a pesar de estar presente una cámara, la situación filmada se efectúa como si no la hubiera, es decir, el juez, la fiscal y los testigos son mostrados a detalle y se resalta, entre otras cosas, la podredumbre que acompaña los procesos judiciales. No podía creer que estos señores (me refiero al juez, a la fiscal y a los testigos del caso), aun siendo filmados, se comportaran cínicos, altaneros, pretenciosos y pedantes; uno se imagina cómo se comportarán sin filmación de por medio, ahí está el verdadero terror.
En este sentido, un defensor de estos parásitos gubernamentales podría decir que ellos no sabían que el material recabado iba a ser expuesto como una película, pueden tener razón. Esto último lo digo (no sólo por lo que sucedió después de la exhibición del documental, sino) porque los otros (léase: “Toño” y los abogados de éste) saben perfectamente que lo filmado será parte de un proyecto para un documental. Qué quiero decir con esto, pues, que las dudas sobre el asesinato ó el pasado de “Toño” fueron presentados sin mucho detalle. Es decir, conforme avanza el filme uno se percata que se está construyendo una idea de héroe alrededor de “Toño”, ya que, insisto, se busca un personaje sin contradicciones morales (que lógicamente sólo existe en la ficción).
En general, todo el discurso cinematográfico es avasallado por la corrupción, la injusticia y el nefasto proceder de los servidores públicos; y no sólo eso, el documental cuestiona y propone un debate sobre el sistema judicial de este país. Cuesta mucho trabajo detenerse en el trabajo del director (o en este caso de los directores) ante las injusticias que muestra este documental. No tengo duda que una parte del éxito residió en la elección de escenas, la fotografía, la edición, el montaje, etc., pero, lo que convirtió a este documental en el más visto, en la historia del cine mexicano, fue la “realidad” que, sin querer, mostró de la impartición de justicia en México. El abogado penalista de “Toño” lo dice: “la cárcel está llena de jodidos”.
Después de Presunto Culpable
Al salir de la sala, donde vi Presunto Culpable, me vinieron inmediatamente a la mente dos documentales: Mi vida dentro (2007) de Lucía Gajá y Food, Inc. [Comida S.A.] (2008) de Robert Kenner. El primero trata de un tema similar a Presunto Culpable, es decir, hay un acusado y una sentencia dudosa. La reclusa, al igual que “Toño”, busca un nuevo juicio para que su sentencia se reduzca o salga en libertad. El problema es que esto sucede en Estados Unidos y la involucrada es inmigrante. Lucía Gajá busca dar un equilibrio entre el contexto de racismo, discriminación y prejuicios que existen contra los migrantes y la vida de Rosa Jiménez. No estaría mal revisar tanto el trabajo de Roberto Hernández como el de Lucía Gajá para darse cuenta de que la justicia sólo se aplica para aquellos que no tienen los recursos económicos para defenderse.
El segundo documental (Food Inc.), aunque trata un tema distinto a Presunto Culpable, lo recordé por una cuestión sencilla: los permisos para aparecer en un documental. Así es –en Estados Unidos esto se sabe a la perfección– si haces un documental debes tener el permiso de usar la imagen de los entrevistados, de las imágenes, de las instituciones y hasta de los perros. No puedes exhibir el documental si no tienes todo esto en regla, pues, en dos segundos, llegan de demandas. Food Inc. aborda el asunto de la sobreproducción de comida, así como las compañías involucradas en este negocio como Nestlé, por ejemplo. Al investigar a compañías tan poderosas (sobre todo en el congreso de EUA), los realizadores de este documental sufrieron porque nadie podía hablar de éstas, no digamos una denuncia, sino, un simple comentario. Los rastros ó los lugares insalubres donde tienen gallinas y vacas no podían ser filmados y sortearon muchas restricciones al hacerlo. Lo importante –con relación a Presunto Culpable– es que los entrevistados pedían directamente que no sacaran su rostro por temor a represalias, incluso, en varios casos, primero daban su permiso para la entrevista y posteriormente recibían una llamada (o ellos la hacían) para después retractarse.
Nada de esto pensaron los directores y productores de Presunto Culpable. El permiso que recibieron para filmar el proceso de “Toño” se enfocaba al juicio y a los careos. Nunca se dijo que se haría un documental con el material recabado y que buscarían distribuir y exhibir su película en el círculo comercial. De los personajes que aparecen, en dicho filme, se podrá decir lo que se quiera y se les podrá hacer escarnio mediático, sin embargo, nunca se les informo a donde iría a parar su imagen. Es decir, una cosa es que filmes un juicio y luego utilices ese material como prueba a tu favor y otra cosa es que cobres 60 pesos por ver ese material. Son dos cosas distintas. No sé si los involucrados en Presunto Culpable son muy “vivos” o muy imbéciles, lo que si me queda claro es que la ley mexicana no contempla estos casos en donde se debe requerir tu permiso para aparecer en una película; esto pasa en EUA y los dejan en calzones.
Poco o nada se logró con el documental Presunto Culpable en la realidad nacional. La denuncia era clara y sólo algunos políticos refrendaron su apoyo a que se filmaran todos los juicios –que está por verse ahora que pasó el vendaval mediático–. La cuestión de la presunta culpabilidad y un posible cambio hacia una presunta inocencia quedó en el olvido. Así es, cuando el tema interesó a los medios de comunicación todos plantearon propuestas y cuestionaron a la Suprema Corte; también, abordaron en sus espacios debates sobre el sistema judicial mexicano; hoy, pasó la película y pasaron todas esas iniciativas. Esta actitud se debe a que "adentro" de la película se buscó no hablar de un partido o un personaje político en particular (por ejemplo, la película le gustó tanto a López Obrador como a Margarita Zavala); el problema es que "afuera" de la película no se puede mantener esta actitud, hay partidos y personajes con nombre y apellido que podrían encargase de modificar algo en la constitución, pero, justo ahí fue cuando se le dio la vuelta a la página de Presunto Culpable.
La supuesta censura, ya para terminar, dependía desde donde la vieras. Yo le dije a mi hermana: “Presunto culpable generará mil demandas por todos los que ahí aparecen, pues, nadie firmaría o daría permiso, en su sano juicio, para que su imagen apareciera de esa manera”. No todos los ofendidos se animaron, sólo uno (tal vez asesorado) se atrevió a exigir el dinero que le correspondía por la exhibición de este documental. De mi parte, tiene razón; debieron pedirle permiso aunque fuera el peor ser humano sobre la Tierra.
Me gustaría finalizar pensando que a partir de Presunto Culpable el documental mexicano será un género que interesé al gran público que asiste al cine, pero no. Ya se estrenaron como cinco documentales, después de éste, y a nadie le importó, únicamente a los mismos de siempre. Lograr lo que hizo el filme de Roberto Hernández requeriría que Cinépolis lo distribuyera, lo produjera y que alejaras de tu guión cualquier crítica política y económica que incomodara a ciertos grupos; entonces sí, el fenómeno se repetiría, aunque, no soy optimista.